Margaret Astur
2004-05-24 20:40:08 UTC
OPINIÓN ARTICULOS de El comercio del Sábadu, 22 de mayu de 2004
http://servicios.elcomerciodigital.com/pg040522/prensa/noticias/OpinionArticulos/200405/22/GIJ-OPI-190.html
El problema social y legal del asturiano
NO todos los asturianos están convencidos de que el asturiano sea una
lengua, menos aún de que sea un bien colectivo que haya que preservar. Ello
es así en tanto en cuanto, a lo largo del último siglo, ha habido una
sostenida campaña de desprestigio contra la lengua nacional. Además, en los
casi treinta años de democracia que suceden a la muerte de Franco ninguno de
los gobiernos sucesivos, ni tampoco de los partidos políticos dependientes
de Madrid, ninguno, ha hecho nada por modificar esa situación de
desprestigio.
Las lenguas, por otro lado, tienen la fastidiosa condición de que, para
existir, necesitan ser emitidas por ciudadanos concretos en su relación
social con otros. No basta con congelarlas en un libro o un monumento.
Además, en cuanto 'objetos' públicos, suscitan, como algunos otros,
reacciones viscerales de adhesión o rechazo, de vergüenza o de
estigmatización social por su empleo. Es este, sucintamente, el marco en que
se mueve 'la cuestión del asturiano': su uso y aprecio o desprecio por los
ciudadanos, su condición legal, su tratamiento político.
Una lengua puede disfrutar de una vitalidad social normal y no tener
reconocido un determinado estatuto legal. Puede, por el contrario, tener
reconocida su oficialidad jurídica y languidecer por los callejones del
menosprecio y la patoisización. Es posible afirmar con rotundidad que
resulta preferible una lengua viva, presente en los medios y en la calle,
que una lengua que agonice con la escarapela de la oficialidad al cuello. En
todo caso, el estatuto jurídico de oficialidad ofrece, entre otras, la
ventaja de reforzar el prestigio social de la lengua. Evita, además,
situaciones irritantes. Por poner un par de ejemplos del momento: que la
Constitución europea se edite en catalán y gallego, pero no en asturiano,
parece un agravio; que los sellos conmemorativos de la boda principesca
impriman leyendas en catalán, gallego y vasco, y no en asturiano, por no ser
oficial nuestra lengua, es una 'babayada' (legal). De modo que, como se
advierte, los efectos de la ausencia de oficialidad pueden llegar a causar
perturbaciones y ofensas en ámbitos donde no parece que haya más conflicto
que el que la propia legislación causa.
Conviene decir, finalmente, en este orden de cosas, que, como la declaración
de oficialidad no significa prácticamente nada sin un desarrollo legislativo
ulterior, se podría estatuir la cooficialidad del asturiano siendo sumamente
prudentes en su aplicación, de forma que se avanzase cautelosamente y, sobre
todo, nadie se sintiese obligado u hostigado.
En cuanto a la situación legislativa del asturiano, quien esto suscribe
tiene el orgullo de afirmar que fue una iniciativa personal suya la que
colocó el asturiano (bajo el término «bable», de moda por aquel entonces) en
el Estatuto (el famoso artículo cuarto). Fue también una iniciativa del PAS
(que tuve el honor de vehicular) la que, tras diecisiete años de ausencia de
desarrollo legal de la materia, logró que existiese la actual Ley de Uso y
Promoción del Asturiano, sustancialmente incumplida por los sucesivos
gobiernos de Areces, incluido el actual con IU. Por desgracia, una
iniciativa también nuestra para residenciar la declaración de oficialidad en
el Estatuto reformado de 1999, con el requisito de un amplio 'quórum' de
diputados para su hipotética aprobación posterior en la Xunta Xeneral,
encontró la enemiga de PP, PSOE e IU; incluso, la incomprensión de un amplio
sector social e institucional favorable, en principio, a nuestra lengua.
La agitación que otras comunidades causan al propugnar la reforma de sus
estatutos y su financiación parece haber levantado con su aire las faldas
estatutarias de PP y PSOE, tan modositas y recatadas siempre. El PP,
incluso, parece haberse bebido un botellón de destilados del espíritu de
Pelayo (de alta graduación, a juzgar por sus efectos) y está dispuesto a ir
más allá que nadie. Llegan a tanto en su excitación que homenajea al señor
Marqués al utilizar una troquelación de éste cuando manifiestan estar
dispuestos a la cooficialidad «si existe una clara demanda social».
PP y PSOE están y han estado siempre en contra del asturiano (IU, por
cierto, sólo está a favor de la oficialidad desde 1996). Es más, una notable
aversión y hostilidad hacia lo que pudiéramos llamar las señas de identidad
asturiana constituye un elemento fundamental de la componente emocional de
la mayoría de sus militantes, de su ideología implícita y de su discurso
social. No cambiarán.
Pero es que, por otro lado, su capacidad política para liderar iniciativas
autonómicas o políticas en el ámbito de sus respectivos partidos es
absolutamente nula. Como siempre, y especialmente en el campo de las
reformas estatutarias, suscribirán lo que desde Madrid les ordenen suscribir
y lo harán en la fecha que se les señale. Por supuesto, en posición de
firmes y en el primer tiempo del saludo.
Desengáñense, incautos, voluntariosos e ilusos. Ni la situación social del
asturiano ni su estatuto legal cambiarán mientras los ciudadanos sigan
votando mayoritariamente a quienes, sobre ser sus enemigos, no tienen otra
entidad política que la de disciplinados correveidiles de sus patronos
madrileños.
¿Quién, por otro lado, que sintiera al 'raposu' decir que, abandonando sus
artes onto y filogenéticas, iba, a partir de hoy, a convertirse en protector
de los 'pitos' estaría dispuesto a dar crédito a sus palabras?
Lo dice nuestra sabiduría popular: 'El raposu tiraŽl pelu, pero non les
zunes'.
XUAN XOSÉ SÁNCHEZ VICENTE
Presidente del Partíu Asturianista (PAS)
http://www.asturianista.as
http://servicios.elcomerciodigital.com/pg040522/prensa/noticias/OpinionArticulos/200405/22/GIJ-OPI-190.html
El problema social y legal del asturiano
NO todos los asturianos están convencidos de que el asturiano sea una
lengua, menos aún de que sea un bien colectivo que haya que preservar. Ello
es así en tanto en cuanto, a lo largo del último siglo, ha habido una
sostenida campaña de desprestigio contra la lengua nacional. Además, en los
casi treinta años de democracia que suceden a la muerte de Franco ninguno de
los gobiernos sucesivos, ni tampoco de los partidos políticos dependientes
de Madrid, ninguno, ha hecho nada por modificar esa situación de
desprestigio.
Las lenguas, por otro lado, tienen la fastidiosa condición de que, para
existir, necesitan ser emitidas por ciudadanos concretos en su relación
social con otros. No basta con congelarlas en un libro o un monumento.
Además, en cuanto 'objetos' públicos, suscitan, como algunos otros,
reacciones viscerales de adhesión o rechazo, de vergüenza o de
estigmatización social por su empleo. Es este, sucintamente, el marco en que
se mueve 'la cuestión del asturiano': su uso y aprecio o desprecio por los
ciudadanos, su condición legal, su tratamiento político.
Una lengua puede disfrutar de una vitalidad social normal y no tener
reconocido un determinado estatuto legal. Puede, por el contrario, tener
reconocida su oficialidad jurídica y languidecer por los callejones del
menosprecio y la patoisización. Es posible afirmar con rotundidad que
resulta preferible una lengua viva, presente en los medios y en la calle,
que una lengua que agonice con la escarapela de la oficialidad al cuello. En
todo caso, el estatuto jurídico de oficialidad ofrece, entre otras, la
ventaja de reforzar el prestigio social de la lengua. Evita, además,
situaciones irritantes. Por poner un par de ejemplos del momento: que la
Constitución europea se edite en catalán y gallego, pero no en asturiano,
parece un agravio; que los sellos conmemorativos de la boda principesca
impriman leyendas en catalán, gallego y vasco, y no en asturiano, por no ser
oficial nuestra lengua, es una 'babayada' (legal). De modo que, como se
advierte, los efectos de la ausencia de oficialidad pueden llegar a causar
perturbaciones y ofensas en ámbitos donde no parece que haya más conflicto
que el que la propia legislación causa.
Conviene decir, finalmente, en este orden de cosas, que, como la declaración
de oficialidad no significa prácticamente nada sin un desarrollo legislativo
ulterior, se podría estatuir la cooficialidad del asturiano siendo sumamente
prudentes en su aplicación, de forma que se avanzase cautelosamente y, sobre
todo, nadie se sintiese obligado u hostigado.
En cuanto a la situación legislativa del asturiano, quien esto suscribe
tiene el orgullo de afirmar que fue una iniciativa personal suya la que
colocó el asturiano (bajo el término «bable», de moda por aquel entonces) en
el Estatuto (el famoso artículo cuarto). Fue también una iniciativa del PAS
(que tuve el honor de vehicular) la que, tras diecisiete años de ausencia de
desarrollo legal de la materia, logró que existiese la actual Ley de Uso y
Promoción del Asturiano, sustancialmente incumplida por los sucesivos
gobiernos de Areces, incluido el actual con IU. Por desgracia, una
iniciativa también nuestra para residenciar la declaración de oficialidad en
el Estatuto reformado de 1999, con el requisito de un amplio 'quórum' de
diputados para su hipotética aprobación posterior en la Xunta Xeneral,
encontró la enemiga de PP, PSOE e IU; incluso, la incomprensión de un amplio
sector social e institucional favorable, en principio, a nuestra lengua.
La agitación que otras comunidades causan al propugnar la reforma de sus
estatutos y su financiación parece haber levantado con su aire las faldas
estatutarias de PP y PSOE, tan modositas y recatadas siempre. El PP,
incluso, parece haberse bebido un botellón de destilados del espíritu de
Pelayo (de alta graduación, a juzgar por sus efectos) y está dispuesto a ir
más allá que nadie. Llegan a tanto en su excitación que homenajea al señor
Marqués al utilizar una troquelación de éste cuando manifiestan estar
dispuestos a la cooficialidad «si existe una clara demanda social».
PP y PSOE están y han estado siempre en contra del asturiano (IU, por
cierto, sólo está a favor de la oficialidad desde 1996). Es más, una notable
aversión y hostilidad hacia lo que pudiéramos llamar las señas de identidad
asturiana constituye un elemento fundamental de la componente emocional de
la mayoría de sus militantes, de su ideología implícita y de su discurso
social. No cambiarán.
Pero es que, por otro lado, su capacidad política para liderar iniciativas
autonómicas o políticas en el ámbito de sus respectivos partidos es
absolutamente nula. Como siempre, y especialmente en el campo de las
reformas estatutarias, suscribirán lo que desde Madrid les ordenen suscribir
y lo harán en la fecha que se les señale. Por supuesto, en posición de
firmes y en el primer tiempo del saludo.
Desengáñense, incautos, voluntariosos e ilusos. Ni la situación social del
asturiano ni su estatuto legal cambiarán mientras los ciudadanos sigan
votando mayoritariamente a quienes, sobre ser sus enemigos, no tienen otra
entidad política que la de disciplinados correveidiles de sus patronos
madrileños.
¿Quién, por otro lado, que sintiera al 'raposu' decir que, abandonando sus
artes onto y filogenéticas, iba, a partir de hoy, a convertirse en protector
de los 'pitos' estaría dispuesto a dar crédito a sus palabras?
Lo dice nuestra sabiduría popular: 'El raposu tiraŽl pelu, pero non les
zunes'.
XUAN XOSÉ SÁNCHEZ VICENTE
Presidente del Partíu Asturianista (PAS)
http://www.asturianista.as