Margaret Astur
2005-01-06 23:19:40 UTC
DESPLUMADOS
En el año que acaba de concluir, el gobierno de Zapatero ha tomado una serie
de decisiones que han supuesto notables pérdidas para Asturies, ya porque
las inversiones hayan desaparecido o sufrido reducciones, ya porque se hayan
aplazado y, en consecuencia, perdamos hoy sus efectos y, mañana, las
inversiones futuras que no llegarán, dado que su ausencia en los
presupuestos estará justificada con la presencia de las que se aporten en
anualidades atrasadas.
En ese capítulo de mermas se hallan la nueva salida ferroviaria a la Meseta,
el trazado de occidente hacia Galicia y el tramo Unquera-Llanes, que, contra
todas las afirmaciones del PSOE en la oposición, va a dilatarse en su
ejecución de forma desesperante. Y no hablamos ya de cosas tales como las
vaguedades de futuribles, tal el AVE del Cantábrico; la indefinición de la
línea ferroviaria a León (que, en términos del propio Ministerio de Fomento,
«dependerá») o la auténtica burla que es la autovía «en debate» a León para,
«en su caso», dentro de veinte años, ponerla en marcha, y si no, «a lo
mejor», eliminar el peaje de El Huerna, que, frente a lo prometido por el
PSOE y Zapatero antes de las elecciones, no se va a quitar. No hablamos de
ello, no: nos referimos simplemente a las mermas para 2004 y 2005.
Pues bien, dentro de esa sustracción de inversiones ya comprometidas para
Asturies se encuentran algunas, dos en concreto, que tienen su origen en el
llamado 'uno por ciento cultural'. Como todo el mundo sabe, tal concepto
responde a la voluntad expresada en la Ley 16/1985, de 25 de junio, del
Patrimonio Histórico Español, de contribuir, a sostener y acrecentar el
mismo, bien a través de incentivos fiscales, bien mediante un porcentaje de
la inversión en obra pública. En concreto, el artículo 68 del citado texto
legal plantea que «en el presupuesto de cada obra pública, financiada total
o parcialmente por el Estado, se incluirá una partida equivalente al menos
al 1% de los fondos que sean de aportación estatal con destino a financiar
trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español
o de fomento de la creatividad artística, con preferencia en la propia obra
o en su inmediato entorno (y advierta el lector este última línea, desde la
coma)». En el desarrollo de esa ley se contemplan las actuaciones directas
del Estado o los convenios con ayuntamientos y otros organismos públicos.
Es sabido que el anterior Gobierno del Estado, a través particularmente del
ministro de Fomento, el señor Álvarez-Cascos, había realizado en nuestro
país numerosas promesas de inversiones y convenios futuros. Fuese cual fuese
su número y la factibilidad de los mismos (que, entre otras cosas, dependía,
ciertamente, de dos continuidades, la del Gobierno del PP y de la del propio
ministro) lo cierto es que, con cargo a ese concepto del artículo 68, ya
existían dos convenios aprobados en febrero de 2004 por la Comisión Mixta
Fomento-Cultura encargada de ello: la reparación de La Iglesiona, en Xixón,
y el proyecto Tito Bustillo, en Ribesella. Eran, pues, compromisos en firme
del Estado con esas dos localidades. Los dos han desaparecido. No hace falta
decir, por otro lado, cuán importantes son ambos. El primero, porque, entre
otras cosas, el monumento, en su estado actual, representa un riesgo que irá
a más progresivamente; el segundo, porque Tito Bustillo -una de las grandes
plazas del arte cantábrico- es la pieza necesaria para ofrecer una propuesta
extraordinaria al millón de visitantes anuales de la zona oriental de
Asturias, siempre que se ejecute un proyecto de excelencia, parejo al de
Santillana.
De modo que no cabe echar la culpa, como hace el PSOE, al viagra excitativo
de la tropa socialista, el señor Álvarez-Cascos, por falta de concreción o
por engaño. Los que han dejado escaparse lo que ya existía son el PSOE y
Álvarez-Areces, quienes no han luchado por defender esos y otros compromisos
de inversión para Asturies son los socialistas. Lo cual no es de extrañar.
Los actores socialistas asturianos son, como siempre lo han sido, de una
profunda sumisión hacia sus patrones madrileños. No hay más que recordar
cuánto galleaba el señor Areces mientras había un Gobierno de distinto signo
y cómo ahora, ante todas estas agresiones a los asturianos, u otras como la
de Kioto o las reformas estatutarias, calla como un afogáu y vuelve a los
profundos silencios que mantenía, como alcalde de Xixón, ante los gobiernos
de González. ¿Y qué ciudadano medianamente conocedor del paño no habrá
sonreído ante las manifestaciones de Javier Fernández, el día 26 de
diciembre, a este medio, cuando afirmaba: «La FSA no es conformista con el
Gobierno de la nación»?
A nadie se le escapa, por otro lado, que todas esas inversiones que perdemos
definitivamente o disminuyen porque se nos aplazan no desaparecen en el
aire, sino que van a otras comunidades que tienen asido al Gobierno Zapatero
por partes más dolorosas o que, simplemente, frente a lo que aquí pasa,
tienen un Gobierno y partidos mayoritarios dispuestos a defender el
territorio en que se asientan y los votantes que les dan su confianza.
Cabe señalar, por último, un factor añadido importante: la incómoda relación
que el PSOE guarda con la cultura y Asturies, su escasa capacidad de
manejarla más allá del ir tirando burocrático. No hay más que citar tres
ejemplos: la oportunidad perdida con la Universidad Laboral de Xixón, que
debería haberse convertido en un potentísimo centro cultural con proyección
española y que ha quedado en nada; la decisión de los
socialistas -probablemente acuciada, además, por miserias localistas- de
hacer del proyecto Tito Bustillo una cuestión menor, sin el suficiente tirón
y excelencia; el proyecto de Teberga, verdadera mezcla de gusto hortera y
mentalidad apátrida, que va a constituir una especie de disneylandia
magdaleniense 'kitsch'.
Sobre la sumisión que caracteriza al socialismo asturiano y su incapacidad
para defender los intereses generales de Asturies, no debe subestimarse este
último vector -el de la pésima e incómoda relación con la cultura asturiana
del PSOE- para entender por qué hemos sido también desplumados en el campo
de los convenios culturales del 'uno por ciento', y, sobre todo, por qué el
partido mayoritario se ha aquietado, si no sentido aliviado, ante su
desaparición.
Fdo. Xuan Xosé Sánchez Vicente
Presidente del Partíu Asturianista (PAS)
http://www.asturianista.as
En el año que acaba de concluir, el gobierno de Zapatero ha tomado una serie
de decisiones que han supuesto notables pérdidas para Asturies, ya porque
las inversiones hayan desaparecido o sufrido reducciones, ya porque se hayan
aplazado y, en consecuencia, perdamos hoy sus efectos y, mañana, las
inversiones futuras que no llegarán, dado que su ausencia en los
presupuestos estará justificada con la presencia de las que se aporten en
anualidades atrasadas.
En ese capítulo de mermas se hallan la nueva salida ferroviaria a la Meseta,
el trazado de occidente hacia Galicia y el tramo Unquera-Llanes, que, contra
todas las afirmaciones del PSOE en la oposición, va a dilatarse en su
ejecución de forma desesperante. Y no hablamos ya de cosas tales como las
vaguedades de futuribles, tal el AVE del Cantábrico; la indefinición de la
línea ferroviaria a León (que, en términos del propio Ministerio de Fomento,
«dependerá») o la auténtica burla que es la autovía «en debate» a León para,
«en su caso», dentro de veinte años, ponerla en marcha, y si no, «a lo
mejor», eliminar el peaje de El Huerna, que, frente a lo prometido por el
PSOE y Zapatero antes de las elecciones, no se va a quitar. No hablamos de
ello, no: nos referimos simplemente a las mermas para 2004 y 2005.
Pues bien, dentro de esa sustracción de inversiones ya comprometidas para
Asturies se encuentran algunas, dos en concreto, que tienen su origen en el
llamado 'uno por ciento cultural'. Como todo el mundo sabe, tal concepto
responde a la voluntad expresada en la Ley 16/1985, de 25 de junio, del
Patrimonio Histórico Español, de contribuir, a sostener y acrecentar el
mismo, bien a través de incentivos fiscales, bien mediante un porcentaje de
la inversión en obra pública. En concreto, el artículo 68 del citado texto
legal plantea que «en el presupuesto de cada obra pública, financiada total
o parcialmente por el Estado, se incluirá una partida equivalente al menos
al 1% de los fondos que sean de aportación estatal con destino a financiar
trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español
o de fomento de la creatividad artística, con preferencia en la propia obra
o en su inmediato entorno (y advierta el lector este última línea, desde la
coma)». En el desarrollo de esa ley se contemplan las actuaciones directas
del Estado o los convenios con ayuntamientos y otros organismos públicos.
Es sabido que el anterior Gobierno del Estado, a través particularmente del
ministro de Fomento, el señor Álvarez-Cascos, había realizado en nuestro
país numerosas promesas de inversiones y convenios futuros. Fuese cual fuese
su número y la factibilidad de los mismos (que, entre otras cosas, dependía,
ciertamente, de dos continuidades, la del Gobierno del PP y de la del propio
ministro) lo cierto es que, con cargo a ese concepto del artículo 68, ya
existían dos convenios aprobados en febrero de 2004 por la Comisión Mixta
Fomento-Cultura encargada de ello: la reparación de La Iglesiona, en Xixón,
y el proyecto Tito Bustillo, en Ribesella. Eran, pues, compromisos en firme
del Estado con esas dos localidades. Los dos han desaparecido. No hace falta
decir, por otro lado, cuán importantes son ambos. El primero, porque, entre
otras cosas, el monumento, en su estado actual, representa un riesgo que irá
a más progresivamente; el segundo, porque Tito Bustillo -una de las grandes
plazas del arte cantábrico- es la pieza necesaria para ofrecer una propuesta
extraordinaria al millón de visitantes anuales de la zona oriental de
Asturias, siempre que se ejecute un proyecto de excelencia, parejo al de
Santillana.
De modo que no cabe echar la culpa, como hace el PSOE, al viagra excitativo
de la tropa socialista, el señor Álvarez-Cascos, por falta de concreción o
por engaño. Los que han dejado escaparse lo que ya existía son el PSOE y
Álvarez-Areces, quienes no han luchado por defender esos y otros compromisos
de inversión para Asturies son los socialistas. Lo cual no es de extrañar.
Los actores socialistas asturianos son, como siempre lo han sido, de una
profunda sumisión hacia sus patrones madrileños. No hay más que recordar
cuánto galleaba el señor Areces mientras había un Gobierno de distinto signo
y cómo ahora, ante todas estas agresiones a los asturianos, u otras como la
de Kioto o las reformas estatutarias, calla como un afogáu y vuelve a los
profundos silencios que mantenía, como alcalde de Xixón, ante los gobiernos
de González. ¿Y qué ciudadano medianamente conocedor del paño no habrá
sonreído ante las manifestaciones de Javier Fernández, el día 26 de
diciembre, a este medio, cuando afirmaba: «La FSA no es conformista con el
Gobierno de la nación»?
A nadie se le escapa, por otro lado, que todas esas inversiones que perdemos
definitivamente o disminuyen porque se nos aplazan no desaparecen en el
aire, sino que van a otras comunidades que tienen asido al Gobierno Zapatero
por partes más dolorosas o que, simplemente, frente a lo que aquí pasa,
tienen un Gobierno y partidos mayoritarios dispuestos a defender el
territorio en que se asientan y los votantes que les dan su confianza.
Cabe señalar, por último, un factor añadido importante: la incómoda relación
que el PSOE guarda con la cultura y Asturies, su escasa capacidad de
manejarla más allá del ir tirando burocrático. No hay más que citar tres
ejemplos: la oportunidad perdida con la Universidad Laboral de Xixón, que
debería haberse convertido en un potentísimo centro cultural con proyección
española y que ha quedado en nada; la decisión de los
socialistas -probablemente acuciada, además, por miserias localistas- de
hacer del proyecto Tito Bustillo una cuestión menor, sin el suficiente tirón
y excelencia; el proyecto de Teberga, verdadera mezcla de gusto hortera y
mentalidad apátrida, que va a constituir una especie de disneylandia
magdaleniense 'kitsch'.
Sobre la sumisión que caracteriza al socialismo asturiano y su incapacidad
para defender los intereses generales de Asturies, no debe subestimarse este
último vector -el de la pésima e incómoda relación con la cultura asturiana
del PSOE- para entender por qué hemos sido también desplumados en el campo
de los convenios culturales del 'uno por ciento', y, sobre todo, por qué el
partido mayoritario se ha aquietado, si no sentido aliviado, ante su
desaparición.
Fdo. Xuan Xosé Sánchez Vicente
Presidente del Partíu Asturianista (PAS)
http://www.asturianista.as